Estaba allí, de pie, mirándola.
Sólo el acelerado temblor de un corazón podrido (de latir) removía, aún, sus vísceras. Cada gesto fue seguido minuciosamente desde las improvisadas bambalinas de la puerta. Su trabajo sí se lo toma en serio.
Para cuando ella se diera cuenta habría sido, ya, demasiado tarde. Es verdad que aquel ruido seco la desconcertó ¡cómo imaginar que la cortina de jabón tupida sobre sus húmedos ojos le impedía ver a su futuro asesino! Segundos después el hombre abrió fuego. Los azulejos, azules, chorraban bañados en rojo. El mismo rojo de la sangre cuando aún está caliente.
El baño seguía oliendo a jabón.
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3 comentarios:
¿por qué no olía a sangre?
porque no, porque olía a jabón, no lo has leído??
cuelga los pasodobles anda
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