lunes, 29 de diciembre de 2008

El invierno helado

Para cuando él decidió contármelo yo ya sabía demasiado. Siempre quedan flecos esparcidos por el suelo cuando juegas con cosas de esta envergadura y no estaba dispuesta a recogerlos. Todo aquello ya no nos producía el sabor que tienen las cosas bien hechas...el tiempo avanza asesinando cada momento ingenuo. Pero el resquicio de esperanza que quedaba en un rinconcillo de mi corazón era el que se encargaba de volver a colocarme una (es)tupida venda.

"No sé cómo decirle”. Sigue empeñado en repetir uno a uno cada “te quiero”, y cada beso sabe más amargo que el anterior. Palabras vacías, diecisiete de tantas que pasaron sin pena ni gloria por mi cama. Almas desgarradas agarradas a la soledad, la libertad, la esperanza. La paciencia finita.

Se levanta de la silla y se va, algunos instantes sólo pertenecen a uno. En algunos instantes sobra una respiración, sobra otra boca. Nadie tiene derecho a pedirte aliento, a pedirte más palabras.

Como bien se encargaron de decir, sé siempre dueño de tu silencio, pero no esclavo de tus palabras. Con todo, hay veces que debemos demasiado por nuestros silencios.

3 comentarios:

Ícaro dijo...

¿Es cosa mía o los finales son siempre amargos?.
Saludos

Anónimo dijo...

pequeña suri! eres tenebrosa eh! suerte pal examen...!!:D

Nana dijo...

ains..será que soy una triste!!jejeje. No hombre, el próximo post será alegre, lo presiento...

:) :)