viernes, 6 de marzo de 2009

Madrid Blanco

Y se perfilaban torres y carteles,
naufragados en el smog y el vapor
invernal, alimentados por una luz
siempre
tímida casi ciega
de crepúsculo monótono y
cansado,
sobre una ciudad que no interesa
ya ver.
Agucé el oído de las cosas, caídas,
dormidas
y, claro, las despertaste tú
en mi sueño de ensueño;
se alarmaron incesantes y no
pegaron
ya ojo, fascinadas
por tu rostro, admiradas
por su dulzura agria. Despertaron.
El oso mastica lánguido
un madroño caducado,
a la espera de bocados más
suculentos
o de zapatos como topacio nuevo,
o de neceseres
de belleza italiana en su defecto.
Agucé el oído de las cosas,
caídas,
dormidas…
El anzuelo de tus labios ya las mece
a media luna
entre tejados de escarcha,
entre tejados de bruma.
Y Preciados,
que de galán desfila
acostumbrado,
se ve caer en tu red de mi locura.
Mendigos sin piernas,
que son eslóganes de su causa de
aguinaldo;
para la paga extra tres Corte-Inglés
(que amueblan el Sol helado)
con vitrinas, escaparates cálidos
y maniquíes con piernas, felices;
un secreto del que no somos
partícipes.
Y fuera hace un frío de mil
demonios.
Pero estas tú,
eludiendo la razón del verácil ser
humano.
Están mis palabras
inspiradas en tu perfume: íntimo
fluido.
Catarata espumosa vocablos mi
garganta,
despistada en flores rojas...
Leí Sonámbulo,
y sonámbulo recorro el Madrid
de las Navidades blancas.

Alberto Guirao Alcón

http://www.ladespensa.org/archivos/16-12-08-13-44-42.pdf

Sí. Tú