lunes, 20 de octubre de 2008

Fumo

Aprendí que la espera era algo cordial e infinito, destilaba la savia del azufre, era un ungüento de doble acción con función vasodilatadora. No hay nada como soplar en silencio y estremecer una luz de cuerpo desnudo en el colchón de velas. Con el parqué moteado de polvo y fragmentos de espejos en la ventana –fumándose reflejos tabacosos mientras el humo se disuelve- podíamos ser muchos porque todo era posible. Cuántas opciones, pero demasiado cobarde para arrancarse (yo) las costras que liberan savia de cinc y de esperma. Los objetos son siempre los mismos, si acaso alguna vespertina novedad que pasé por alto mientras la fabricábamos desde la cama. No obstante, solo cambian de lugar, los objetos son siempre idénticos y doy gracias por ello: nosotros podríamos ser muchos, pero el devenir es un fantasma sin cadena y nos bolea.

-¿A que has estado jugando con las velas?
-Las he apagado una por una

A. Guirao (14/10/2008)

1 comentario:

Anónimo dijo...

!!!!OH... Guirao publicando desde aquí, qué emoción!!! jjajajajaa estoy en la biblioteca!:(