Siempre había deseado visitar Venecia. Quizás porque siempre pensó que le quedaba demasiado lejos, viéndose en sus canales como quien se imagina tomándose una foto delante de la ópera de Sydney. Sin embargo, se hacía imposible advertir que el embrujo de sus callejuelas entrelazadas o la oscura y soberbia elegancia de la basílica de San Marcos siempre eran la antesala de algo peor. La especie de limbo en la que era capaz de sumergirla sólo era digna de ciudades como Venecia. Durante sus habituales y -hay que decir- recurrentes viajes a la ciudad de los balcones románticos y Cassanova era capaz de ser feliz, y si no, al menos intentarlo. Apreciaba sobremanera el ambiente nocturno, cuando todo aparentaba normalidad y rebosaba misterio, cuando los turistas estaban ya en su habitación de hotel haciendo memoria del día, revisando las cámaras digitales y cargándolas, a la espera de otro día monumental antes de bajar a Florencia, a casa o a cualquier lugar ya programado
Venecia era la ciudad de sus desencuentros, de sus pérdidas; y a pesar de ello no podía hacer otra cosa que adorarla. Como sucede en una relación ya viciada desde hace tiempo pero que intentas mantener encendida, cuando temes dar demasiado, cuando no puedes arriesgar, no puedes caer otra vez porque sabes que algo, tarde o temprano saldrá mal, pero es imposible resistirse. Es una entrega paulatina, hiriente, consciente. Deseaba que sus estancias fueran permanentes, sabía que volver le depararía desagradables sorpresas...no, sorpresas no -se había ocupado de colgar una etiqueta de ilusión de la última "a" de la palabra "sorpresa" - ,desengaños.
Pero volvió a casa, y volvió a Venecia sin él, y volvió a volver a casa. Después de un largo día juntos, por la noche y en la cama le dijo que cada vez parecían más una pareja, después vino la pausa para publicidad. Se miraban, perdían sus ojos en el horizonte, mirando una ventana entre abierta, pero sin mirar nada. Él dijo que iba a escribir. Ella se tendió en la cama y jugó a ser una princesa hasta que se quedó dormida. No lo esperó, ni lo volverá a hacer.
- ¿Qué te pasa, estás dormida?
- Sí
Beso en la frente.
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